Las cosas más bonitas.


Recuerdo la mayoría de los momentos en el cual soy feliz, describir ese pedacito de cielo que me genera satisfacción y paz, ese vital momento en el cual me olvido de todo y sigo con mi corazón, después de la creencia tóxica de cambios repentinos y amor condicionado.
Pero al final regreso a mi pueblo, a mi querer a mis raíces a mi tierra a mi nacer, revivo cada momento y lo guardo muy al fondo y muy adentro.

Recuerdo al Huesos, al Joel al lucho al Negro al Isac al Shevo al Micky, al Israel a la Paulita, mi ñaña Ivonne, recuerdo las algarabías con el Pepe con el Irrako, recuerdo en mi adolescencia de mis primeras alcoholizadas con el Cañitas recuerdo la primera vez con el bagre que perdí mi virginidad, al Danilo en esos tiempos donde el tiempo se detenía y pedía más, recuerdo mi paz, recuerdo mi ser.
Los hermanos Cabreras, que durante buenos tiempos conversábamos de cosas banales llenos de vida en un balcón al tomar el sol con una Pilsener helada.
Las rancladas con el huesos, el segundo de tres hermanos, dirigirnos al uno de los primeros bares que se abrió en el pedazo de cielo que describí anteriormente.
Al “guangudo” picneo que en base a risotadas y tonterías nos llena de ese preámbulo de vida y de sueños, que cuando al terminar una ronda de conversaciones poco ortodoxas nos dirigimos a la arroba a probar suerte.
Al mal genio, que en más de una ocasión solía cortejar mujeres que me encantaban, al final nunca supe si sabía o no que eran mis musas interinas.
A la “estabilidad prenupcial” de Anabel y Ches, a las bromas eróticas dirigidas en sentido inofensivo a Paulita y a la madurez de mi hermana Ivone.
Recuerdo a María Paz la cual anunciada su llegada, el hígado daba una risotada de mal intención y felicidad, recuerdo el Soft, recuerdo Gualaceo.
Recuerdo al Negro en sin mil de borracheras con la idea de que seremos algún día primos, que veremos como la segunda familia crece,  como nuestros hijos jugarían en una casa en Quimzhi.
Recuerdo mi felicidad como el sonar de una banda de pueblo y un castillo prendido el 25 de Junio donde todos se nos alza a viva voz la mirada de un patrón incrustado en la santa iglesia.
Recuerdo nuestra segunda familia, recuerdo.
Bajo tantas metodologías de ilógica racionalidad, fui feliz, tengo una segunda familia y volví a nacer, bajo miles de dogmas y creencias recuerdo, a pesar de que no me ubico en mis mejores momentos y con el corazón hecho pedazos recuerdo, mi vocación, lo único que me tranquiliza, lo único que me aviva, mi familia a la cual y por culpa de carencia de carácter he negado, recuerdo, y recuerdo mucho.
Bajo los mismo problemas, bajo los mismo quejares y lamentos, todo se soluciona con unas carnes asadas, un seco del Jhon Jairo a la madrugada, un Pecho Amarillo donde nos coja el viento y las ganas de caminar, todo nuestras apoplejías se eliminaban, toda la creatividad venia y toda discusión daba su último aliento, recuerdo.
Te recuerdo familia, te recuerdo Gualaceo, con las ganas de seguir, con las ganas de crecer y nunca olvidar, nunca negar y nunca traicionar, problemas tenemos todos, familia no, y la somos.
Simplemente recuerdo, y no lo voy a olvidar, mi lugar, mis amigos, mis hermanos, mi familia, RECUERDO…
Luis 24, de abril del 2018.


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