Paso fino.


Solo para que te quede claro, estaba dispuesto a negarme todo el tiempo, pero sé que como estás pensando en mí ahora, puedo persuadirte a que o hagas. Entonces quiero que me llames enamorado, tierno, suave, también puedes decirme cariño, ángel. Mejor llámame deseo, papito, chongo, caballo, hipogrifo y delirante.

Llámame loco, fresco, tímido, discreto, atento y caballero, llámame primero, porque no probas en anunciarte, llámame a gritos con calentura diciéndome sexy en egipcio.

Llámame amigo, común, elegido, regalo, llámame para inventar caprichos, llámame con nombres falsos, llámame Ricardo Segismundo y Petardo.

Llámame para probar cosas prohibidas.

Llámame grosero, puerco, llámame señor, llámame como susurrando el estertor secreto de tu alma, llámame dibujando con el hilo de una baba a un culo, llámame para mostrarme cosas prohibidas.
Llámame cobarde, pirata, atorrante y bucanero, llámame gentuza, llámame campeón, maricon, y misógino.

Llámame su majestad y redime plastecía de la buena, la que da alegría, llámame dios, juez, autoridad y esclavista.

Llámame diciendo sin sentidos, llámame miserable, patán embustero, llámame dictador, formidable, fulano e impostor.

Y si crees pertinente, llámame macho, llámame peleador…
-       Adrián Dàrgelos & Alejandro Rosso. Agosto 2009.

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