En
una gran mansión éramos seis hermanos, a veces por cuestiones del destino nos
une un solo sentimiento, nos junta ese hambre paulatino de desesperación
y mucha pero mucha ansiedad, llegamos a vivir juntos en una lujosa casa, nos
sentíamos muy bien, gozábamos, reíamos, tropezábamos, llorábamos, pero eso sí
nunca nos odiamos, vivíamos felices, cada uno con un don cada uno con una
actitud complementaría que hacía un estatus inefable en el ambiente azul marino
del hogar, lo recuerdo éramos seis hermanos, conviviendo, éramos seis hermanos
varones sin problemas ni complicaciones, solo seis hermanos que compartíamos el
vino, la alegría, compañías y
cigarrillo, la hora de té, el esplendor reflejo de nuestra salud, éramos seis.
Hasta
que ahí la conocimos, fue raro al comienzo saber que si en realidad estaba de
pasada o en realidad sería nuestra hermana en la que podíamos confiar, el toque
femenino del grupo, por un tiempo estuvo bien, pero la cuestión se fue
complicando, las peleas ya eran constantes, cambiando las paredes azul marino a
un tono blanquecino , tirando a rosado, esas paredes se tomaron el ático y el
hall, siguiendo por la biblioteca hasta el baño de huéspedes, dos habitaciones
desocupadas y un recibidor a lado de la ventana que da al lago, por un tiempo
estuvo bien, no nos importaba, seguíamos sin preocupaciones, el toque femenino
de aquellas paredes la podíamos tolerar, siguiendo la paradoja de tolerancia.
Continuaban
las peleas y poco a poco vimos que nuestro hermano iba desfalleciendo, se le
acababa la vitalidad y el rosado de las paredes, tomo los ¾ de la casa, dejándonos así solo
con un dormitorio, a mis 3 hermanos no les importaba, decían que no se notaba
aquel color, a mí me empezó a molestar, ya no éramos seis, tendríamos que
intentar y tomar decisiones.
Note
que la criatura sedujo a 3 de mis hermanos, diciéndoles que está bien, ahuyentándonos
de una realidad empírica, desde entonces tendría que convencerles que hay que
tomar de nuevo nuestro espacio, nuestro escape nuestro lugar donde en verdad
pertenecíamos y nos hacía tan bien, al pueblo de Santiago no puedo regresar,
menos aún a tablón y fuera un verdadero acto de sofocada humillación a
CHABELITA, me sentía mal, pese a las veces que intente con el más intenso de
los azules volver a pintar, sentir incomoda a la criatura y alejarla de una vez
de nuestro VIP.
Solo
fue hasta que una noche llegando a la casa después del trabajo, más o menos a
las 8 de la noche, sorpresivamente encontramos la casa pintado de ese
nauseabundo color, gozosos disfrutando de ron en el balcón y viendo como los
mayordomos nos sacaban las cosas de nuestras habitaciones, hasta ahí llegamos.
Tenemos
dinero y pasión, se levantara aún una casa más imponente, nosotros mismos la
vamos hacer, con la poca salud mental que queda, pero siempre príncipes y
felices, de seguro lo haremos, pero las
heridas en nuestros corazones, siempre ahí estarán.
Ahora
somos 3 y allá 4…
-
Luis
14 de junio del 2019.
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